La de Marianne Breslauer es una de esas historias apasionantes. Destaca por haber sido una excepcional fotógrafa, aventurera y adelantada a su época. Huyó del nazismo por ser judía, vivió en el exilio y en la censura, pero aún así disfrutó de su vida y de su pasión entre 1927 y 1938.

Selbstporträt, Berlin, 1933
Marianne Breslauer, autoretrato

A pesar de su corta carrera, marcó parte de la historia, al ser la primera mujer fotógrafa que se hizo un autorretrato semidesnuda junto a su cámara. Trabajó en moda y publicidad y le encantaba hacer retratos, los viajes y la fotografía callejera.

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1934

Década prodigiosa

Se formó en una de las mejores escuelas de Berlín y después viajó a París para trabajar con Man Ray, quien consideró que no tenía nada que enseñarle porque ya poseía una técnica extraordinaria. Según explicó Breslauer en alguna entrevista, “lo que más me interesaba era deambular simplemente por París y fotografiar a gente normal, escenas cotidianas, los momentos que pasan inadvertidos, cosas triviales… Este tipo de fotografía estaba en el ambiente y creo que yo lo percibí bastante pronto. Quiero imaginarme que mis fotografías desprenden una cierta poesía y no tienen nada que ver con la Nueva Objetividad, que estaba en auge en la década de los veinte. Como ya he mencionado, en mis fotos hay algo más bien poético y esto me continúa satisfaciendo hasta hoy”.

Viaje por España

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En 1933 Marianne Breslauer vino a España junto a la escritora suiza Annemarie Schwarzenbach para recorrer el pirineo catalán. Llegaron siguiendo la estela de Hemingway que había puesto en el punto de mira nuestro país y para realizar un reportaje para la agencia alemana de fotografía Academia. No estuvieron mucho tiempo, pero de ese viaje salió un excepcional trabajo, que lamentablemente no pudo ser publicado en la época a consecuencia del nazismo.

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Pirineos, 1933

Trabajó en las revistas alemanas Fur die Frau y Frankfurter Zeitung y con Elsbeth Hedenhausen en el estudio fotográfico Ullstein, entre otros. En muchas ocasiones sus trabajos fueron publicados bajo el seudónimo de Ipp, evitando el antisemitismo nazi.

Exposición

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Pirineos, 1933

Se casó en 1936 con el galerista Walter Feilchenfeldt y juntos emigraron a Holanda. A partir de ese momento se desligó mucho de la fotografía. Tan solo cogía la cámara de vez en cuando para retratar las obras de su esposo. “No volvió a pisar un cuarto oscuro. Decía que no tenía la tranquilidad ni el ambiente deseado para practicar la fotografía y optó por abandonarla”, cuenta Mercedes Valdivieso, profesora de Historia del Arte de la Universitat de Lleida.